El perro se rasca, gira sobre sí mismo y se sienta. A su lado pasan, indiferentes, los ciudadanos que esta mañana han decidido renovar el DNI o pedir un duplicado. Una pareja de novios, sus testigos y parientes se saludan en la vereda y enfilan, sonrientes y nerviosos, al interior del Registro Civil de Villa Luján. El perro se sacude y los sigue.
El interior es un eufemismo: técnicamente no existe tal cosa. Detrás de la verja hay un patio con jardín, un techito y un banco. Eso es todo. La gente se agolpa en esa intemperie y espera su turno -dan 50 números por día- con la inclemencia que toque en ese momento: frío, lluvia y calor. Si no fuese por el escudo oficial, esta delegación del Registro pasaría por una casa más de la calle Sargento Cabral. ¡Si hasta una ventana hace las veces de ventanilla de atención al público!
"No está, no ha llegado. Pregunte en la casa central de 24 de Septiembre", sugiere la empleada a un señor que solicitó un duplicado para reemplazar su DNI andrajoso a finales de 2009. "Me dijeron que en 20 días iba a recibir el documento nuevo, pero aquí estoy. Es la tercera vez que vengo a reclamar", afirma mostrando la "tirilla" (comprobante de DNI en trámite). Esa constancia -informa el señor- no sirve para acreditar la identidad. "El Registro Civil me exaspera", sentencia y se va.
El perro se echa a un costado y observa cómo una joven guarda su documento resplandeciente, recién fabricado, en la cartera. "Lo pedí en mayo del año pasado. No sabe lo que sufrí durante este tiempo: no pude votar en las últimas elecciones, y tuve problemas para cobrar el Plan y para que me atiendan en el hospital", enumera. Ahora que lo ha recuperado, asegura que lo guardará bajo llave. "Voy a cuidar este documento más que a mí misma", promete en un rapto de alegría. El perro le responde con un gruñido.
En el patio, un niño se ríe de la foto carné de su padre; los aplausos trascienden los muros de la sala de matrimonios -donde también funciona el despacho de la jefa de la delegación- mientras algunos ciudadanos se quejan de la demora del DNI digital, que sustituye a la antigua libreta de color verde militar. El nuevo documento llega a domicilio, pero según lo que dice el público, el plazo inicial de menos de un mes se ha transformado en un trimestre. O más. "Llevo esperándolo desde octubre. Metí el viejo DNI en el lavadora y, por ese descuido, no puedo sacar un préstamo", se lamenta un ciudadano.
Paredón sin conexión
Los reclamos rebotan contra una empleada acostumbrada a los gritos e improperios. "Somos pocos para atender la demanda de toda la jurisdicción", explica una compañera. Diecisiete trabajadores para casi la mitad de San Miguel de Tucumán. "¡Mire este edificio! ¡No está preparado para albergar al Registro Civil!", exclama otra colega.
La delegación de Villa Luján funciona desde 1916. Primero atendió al público en la comisaría de la esquina; después, fue instalada en esta vivienda. Su ámbito de competencia abarca el espacio delimitado por las avenidas Francisco de Aguirre, Juan B. Justo, Belgrano-Sarmiento y Ejército del Norte.
El desarrollo urbano del área de referencia y los numerosos subsidios y programas sociales -que exigen el DNI a sus beneficiarios- han incrementado la actividad de esta oficina, que, sin embargo, no dispone de conexión a internet y, por ello, envía a la gente a averiguar el estado del trámite en la casa central.
Si la oficina de Villa Luján dispusiese de acceso a la banda ancha, el plantel podría consultar la base de datos en línea del Registro Nacional de las Personas. La operación ahorraría el trayecto hasta el centro y una -nueva- fila de imprevisibles dimensiones. La delegación barrial fue creada, precisamente, para evitar que los vecinos tuvieran que trasladarse a la sede central y descomprimir la demanda en ese edificio.
Desprotegidos
El perro merodea abstraído, sin cortapisas. Husmea los papeles tirados en el suelo, levanta una pata y orina. Nadie lo corre porque allí, como en el Registro de la calle 24 de Septiembre, no hay guardia policial. "Estamos desprotegidos. Mucha gente se pone violenta, especialmente en enero y febrero, cuando hay menos personal, o antes de los comicios", advierte una empleada, que, al igual que sus compañeras, prefiere opinar sin nombre y apellido. Toda una paradoja en el despacho estatal que administra la identidad de las personas.
Pero al igual que el perro que ladra, los empleados aprovechan la visita de la prensa para dar su propia versión. Afirman: "el público denuncia que atendemos mal, pero aquí falta de todo, desde limpieza hasta cañerías en buen estado. La última vez que Dante Loza (director del Registro Civil -ver "No entiendo a la gente que se queja"-) vino a vernos, trajo los planos de la remodelación. Esa visita sucedió hace tres años. Nunca más volvió".
El servicio sigue la suerte de una infraestructura deficitaria y obsoleta donde el perro simboliza la precariedad institucional. "A nosotros sí nos da pena que la gente se muera de calor o de frío, que las mujeres con bebés no tengan dónde sentarse, que haya colas interminables...", confiesan algunos empleados del Registro Civil de Villa Luján. Nadie parece disfrutar despachando con un "vuelva usted mañana" al ciudadano que reclama su DNI.